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Artículos

El Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) de la Universidad Católica. Reflexiones a 55 años de su creación y 50 años de su cierre.

Manuel Antonio Garretón M.

Presidente FEUC 1964

Director CEREN 1971-1973

Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales 2007

Las reflexiones que siguen no pretenden ser una historia del CEREN ni una cuenta exhaustiva  de todas sus realizaciones, sino simplemente mi personal testimonio, principalmente del período en que fui su Director desde Diciembre de 1970 hasta su “supresión”, como señalaba el Decreto del interventor militar que ponía fin a una de las más importantes experiencias intelectuales y académicas de la época, compartiendo sus grandezas y también debilidades.

Origen del CEREN

El CEREN fue fundado en 1968, por Decreto del Consejo Superior de la Universidad Católica que señalaba como objetivos de la institución “desarrollar la investigación interdisciplinaria, la docencia y la extensión en torno al análisis e interpretación crítica de la sociedad chilena y latinoamericana consideradas en su totalidad”. Su primer Director fue esa gran figura intelectual, política y profesional, fallecido en los días que escribíamos estas páginas: Jacques Chonchol. Chonchol fue su Director hasta noviembre de 1970 en que asumió el cargo de Ministro de Agricultura del gobierno de Salvador Allende (volviendo como Investigador Asociado al CEREN, al dejar el Ministerio en 1972). A él le correspondió la primera formulación de las tareas del CEREN para cumplir con sus objetivos de investigación, como se puede ver en su artículo, que encabeza el número 1 de la Revista Cuadernos de la Realidad Nacional,[1] uno de los principales instrumentos de la institución para cumplir su misión. También la constitución de su Comité de Redacción de la revista, el inicio del programa de docencia en lo que jugará un rol fundamental Rafael Echeverría, quien será también un pilar indispensable durante mi tiempo como Director y la incorporación de un número pequeño de investigadores. Al terminar el período de Jacques Chonchol, se habían publicado 6 números de la Revista Cuadernos de la Realidad Nacional, de los cuales dos eran Números Especiales, que dan cuenta de investigaciones propias del CEREN y que marcarán un hito en el debate intelectual y académico y también en el ámbito político de la época  (el número 3, “Los medios de comunicación de masas. La ideología de la prensa liberal en Chile”, con los trabajos de Michele y Armand Mattelart y Mabel Piccini; y el número 6, “Dialéctica del desarrollo desigual. El caso latinoamericano” de Franz Hinckelammert, Pilar Vergara, Patricio Biedma y Hugo Perret).     

El CEREN a partir de 1971

Cuando el CEREN fue fundado en 1968, yo estaba haciendo mis estudios de Doctorado en Francia, desde 1967 hasta marzo de 1968, bajo la dirección de Alain Touraine. De modo que no estuve en ese proceso y asumo la Dirección en reemplazo de Chonchol, como he señalado, en diciembre de 1970. Solo había participado en las discusiones iniciales sobre la idea del Vicerrector Académico profesor Ernani Fiori, nombrado por el Rector Fernando Castillo Velasco, de crear como un pilar académico de la Reforma Universitaria un espacio en la Universidad donde se pensara la sociedad chilena, en el contexto latinoamericano, en su globalidad, más allá de las disciplinas, y que alimentara el debate de la sociedad sobre sí misma. Cuando supe en Francia de la creación del CEREN, fue mi anhelo desde ese momento ingresar a esa institución a mi regreso, sin imaginarme que me tocaría dirigirla.

¿Qué era para mí el CEREN? Antes que nada, una de las grandes creaciones de la reforma de la Universidad Católica desencadenada por la Federación de Estudiantes en 1967 y dirigida por el primer Rector elegido ese mismo año, Fernando Castillo Velasco, y sus equipos hasta su destitución e intervención de la Universidad por parte de la dictadura militar instaurada el 11 de septiembre de 1973. Los rasgos propios del CEREN se orientaban dentro de los grandes principios de la transformación universitaria, tanto en su rol interno como en su papel en la sociedad chilena. Así, el CEREN era además la posibilidad de una inserción, desde la particularidad y la autonomía de lo académico, en los procesos de transformación de la sociedad.

Al hacerme cargo de la dirección del CEREN y de su revista (aunque mantuvimos el nombre de Jacques Chonchol en la dirección de la revista por un tiempo como un homenaje a su fundador, y siguió siendo parte del Consejo de Redacción), junto con comprender lo anterior, me daba cuenta que al igual que la reforma de la Universidad y que lo que estaba ocurriendo en el país con el triunfo de un proyecto de transformación como era la vía chilena al socialismo, se trataba de una tarea colectiva, y no una cuestión de liderazgo personal.

Esta tarea colectiva tendría como objetivos, por un lado, consolidar una institucionalidad aún precaria en materias de organización y tareas de investigación y docencia, asegurando la coordinación de sus actividades y la proyección del trabajo del CEREN en la Universidad. Por otro lado, se trataba de profundizar y extender nuestra presencia al conjunto de la sociedad chilena y de otras instituciones con vocaciones similares.

Institucionalización y estructura

La tarea de institucionalización significaba pasar de un conjunto de actividades de alto nivel pero con débil institucionalidad, a constituirse en una unidad académica con una organización consolidada, lo que implicaba constituir un cuerpo académico más amplio con grupos de trabajo estables; definir las grandes áreas de investigación y las líneas de docencia y extensión; asegurar equipos de dirección tanto al nivel institucional como de las distintas líneas de trabajo; y generar vínculos estables con las diversas instancias académicas de la Universidad. Ello, asegurando la vocación interdisciplinaria propia de su origen y de las orientaciones generales que iban adquiriendo las ciencias sociales luego de su etapa fundacional de fortalecimiento de cada disciplina, como podía apreciarse en la creación en los últimos años de centros interdisciplinarios en todas las universidades y por supuesto en la Universidad Católica, algunos más centrados en un área específica y otros como el CEREN  en un enfoque de la globalidad de la sociedad.

Poco tiempo después de asumir esta tarea colectiva ya habíamos logrado una institucionalización consolidada. Se contaba con una planta de más de una quincena de profesores investigadores de dedicación completa, un grupo de alta calidad de profesores asociados y equipos de ayudantes y asistentes, y de  encargados o encargadas de publicación, extensión y biblioteca. También se había constituido un Comité Directivo, diferente al de la Revista, en que además del Director, en mi caso, y Secretario Ejecutivo en el caso de Leonardo Castillo, lo integraban quienes estaban a cargo de la Investigación y la Docencia y representantes de profesores investigadores y de las tareas  administrativas. En 1972 el Consejo Superior de la Universidad promulgó el Reglamento que  presentamos ratificando nuestros objetivos inaugurales, estructura y método de trabajo. El CEREN pasó a formar parte del Área de Estudios Sociales Interdisciplinarios de la Universidad y su Director asumió también como Decano del Área que incluía otros Centros Interdisciplinarios de temáticas de ciencias sociales más focalizadas. 

El trabajo académico, con equipo e institucionalidad estable, profundizando y ampliando lo realizado en los primeros años, se organizó en tres líneas. Para facilitar este trabajo se organizó, en breve tiempo, una muy interesante Biblioteca, cuyos materiales al momento de la intervención militar fueron entregados a una institución académica privada.

Investigación y docencia

Se constituye así la línea de Investigación, concentrada en cuatro áreas interrelacionadas definidas a partir de su relevancia en el proceso de cambio que el país vivía: el área económico-tecnológica de la construcción socialista; cultura e ideología (que incluía medios de comunicación); área político-institucional; y un área de apoyo a la docencia que se refería a Pedagogía de la Realidad Nacional (el número 9 de los Cuadernos de la Realidad Nacional daba cuenta detallada de todos los proyectos de cada área). Los productos de estas áreas se publicaban en la propia revista Cuadernos de la Realidad Nacional y en sus números especiales dedicados a una temática específica, en documentos de trabajo, en libros editados en conjunto con otros Centros o Editoriales (véase la lista completa de publicaciones en el Número 16 de la Revista) y formaban parte sustantiva de los cursos que daban los investigadores e investigadoras.

La línea de Docencia organizaba los cursos que ofrecía el CEREN —que no tenía alumnos propios— a la Universidad, aunque muchos de estos cursos estaban abiertos a estudiantes y profesionales que venían de otras instituciones o por su cuenta. Normalmente se daban alrededor de 25 cursos por semestre, difundidos a través de la revista y otros mecanismos, agrupados en tres tipos. El primero de ellos comprendía los denominados Cursos de Introducción a la Realidad Nacional, una novedad en la Universidad, constituyendo el sello de la institución en docencia, y obedecían a la vocación de hacer de esta materia, adaptada a las distintas carreras, un elemento indispensable en la formación de los y las estudiantes, aportando tanto los conceptos básicos de las ciencias sociales para el análisis de la realidad como el análisis de los principales problemas de la sociedad. En muchos casos se realizaban convenios con las Escuelas respectivas, que lo incorporaban a su currículo formal. El segundo tipo de cursos, de carácter más avanzado, buscaba analizar la problemática del subdesarrollo y del cambio social chileno y latinoamericano en sus distintos ámbitos y desarrollar los instrumentos teóricos para ello. El tercero estaba constituido por seminarios de alto nivel destinados a una problemática específica abordada por las investigaciones del CEREN. Alrededor de 5000 estudiantes siguieron alguno de sus cursos en sus cinco años de existencia.

La vinculación con la sociedad y sus procesos de cambio

Si bien las tareas o líneas mencionadas tenían proyección más allá de la Universidad, la tercera línea, lo que se denomina normalmente Extensión, corresponde a lo que hemos señalado como la segunda gran tarea de nuestro período más allá de la institucionalización del Centro y la organización de la investigación y docencia, cual era la profundización y extensión de nuestra presencia en el conjunto de la sociedad y su vinculación con otras instituciones que cumplían con una vocación semejante a la nuestra.

Quizás el instrumento más conocido para ello fue la Revista Cuadernos de la Realidad Nacional, que alcanzó una alta difusión y número de suscriptores en Chile e internacionalmente, dentro de los límites de una revista académica. Su Secretario de Redacción en mi período de Director fue Hernán Valdés y contamos con un Consejo permanente formado por investigadores del CEREN. Al cerrarse el CEREN, lo que notificamos nacional e internacionalmente a través de una Carta inserta en el último número y que fue también difundida por la revista mexicana Problemas del Desarrollo, se habían publicado 17 números, de los cuales además de los ya mencionados más arriba, había dos números especiales (Número 10, “Problemas y perspectivas del socialismo en Chile” y  número 15, “Revolución y legalidad: Problemas del Estado y del Derecho en Chile”; este último sirvió de preparación al Seminario Internacional que organizamos en Enero de 1973 “Estado y Derecho en un período de transformación” y del que se hizo una completa síntesis en el número 16). Prácticamente no hubo ningún tema relevante de la realidad chilena y el proceso que vivía que no fuera abordado en artículos especializados por la revista. Pero también las transformaciones que ocurrían en América Latina y en el mundo, entre estas últimas, temas como el feminismo, los problemas de sexualidad, la crisis climática, las transformaciones de la educación, entre otros, tuvieron un lugar temprano en la revista, ya fuera también a través de artículos especializados o de discusión de Informes mundiales o de crítica bibliográfica. Si bien se trataba de una revista académica, se buscaba abrir y participar en la discusión de temas con una perspectiva de ciencias sociales pero en un lenguaje que estuviera dirigido a un público amplio. En este ámbito cultural la revista fue un referente, sin duda no el único, indispensable del debate intelectual. Y aunque fuera principalmente una expresión de un cierto espíritu de la época de cambio que aspiraba a la superación del capitalismo, estuvo siempre abierta a la consideración y debate con visiones diferentes. Junto a la Revista, están los libros con resultados de investigaciones y de preparación o presentación de resultados de los Seminarios Internacionales que organizó o co-organizó el CEREN.

Los Seminarios Internacionales buscaron vincularse a otras instituciones académicas nacionales y de otros países, y a intelectuales interesados en la experiencia chilena pero que también habían jugado un papel relevante en sus propias sociedades y a nivel internacional. El primero de ellos fue organizado junto con el Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) de la Universidad de Chile, que se había transformado en uno de los principales referentes intelectuales y académicos del país, y que había incorporado a muy importantes profesores latinoamericanos que habían salido exiliados de su país rumbo a Chile, lo que también ocurrió con el CEREN, que —aunque en menor medida—  había dado refugio y lugar académico a muy importantes académicos en esa situación. El Seminario organizado junto con el CESO en octubre de 1971 fue sobre “Transición al socialismo y experiencia chilena”, congregando a participantes extranjeros como Rossana Rossanda, Paul Sweezy, Lelio Basso, entre otros, y la participación de intelectuales y académicos chilenos además de  responsables en diversos ámbitos del proceso de transformación que vivía el país. A comienzos de 1972 se publicó el libro, coordinado por ambos directores de los centros (Roberto Pizarro por el CESO y Manuel A. Garretón por el CEREN) con las ponencias de este seminario con el título “Transición al socialismo y experiencia chilena” (CESO-CEREN-PLA, Santiago, 1972).

El segundo Seminario Internacional, organizado exclusivamente por el CEREN, se realizó en Enero de 1973 bajo el título “Estado y Derecho en un período de transformación” y contó con la participación de un alto número de invitados extranjeros entre los que destacaban, entre otros, Lelio Basso. Salvatore Senese, Guido Calvi y Umberto Cerroni de Italia, Louis Joinet  magistrado francés, Enrique Tierno Galván de España, Arnaldo Córdova de México. Enrique Groisman de Argentina, y los principales especialistas chilenos académicos y miembros en diversos ámbitos del Gobierno de Salvador Allende. Entre los extranjeros radicados en Chile, el asesor presidencial Joan Garcés presentó una ponencia sobre Estado y derecho bajo el gobierno popular. Muchos de los participantes extranjeros jugarán unos meses más adelante un papel crucial en la solidaridad con Chile, una de cuyas tantas manifestaciones fue la creación del Tribunal Russell II en abril de 1974 sobre los crímenes de la dictadura militar establecida en septiembre de 1973 y que contó con un Informe sobre la materia preparado por varios investigadores e investigadoras que habían trabajado en el CEREN, ya disuelto,  coordinado por quien había sido su Director, y en contacto con el Comité de Paz a través de José Zalaquett. (En la publicación de FEUC 2023 en homenaje al CEREN se detalla este trabajo y se incluyen extractos de él bajo la figura de un trabajo “póstumo” del CEREN.)

Así, nuestro trabajo trascendió no solo a la Universidad al vincularse activamente en el debate nacional sobre el proceso que vivía Chile sino que estableció contactos de gran significación con una comunidad internacional de intelectuales, académicos y políticos interesados en dicho proceso, y que continuaron siendo solidarios cuando éste fue avasallado y terminado a sangre y fuego por la dictadura militar.

El espíritu de la época

Tanto el CEREN como su contexto universitario y académico no pueden entenderse cabalmente si no se insertan, como hemos dicho, en el contexto de una época a nivel latinoamericano y chileno. La superación del capitalismo dependiente planteada como posibilidad real por la revolución cubana a fines de los cincuenta, pero redefinida como una meta que debía lograrse en democracia en el caso chileno —proyecto nunca desencadenado en la humanidad hasta entonces— inauguraba una era cuyos principios de realización, pero también de oposición por el lado de las fuerzas dominantes de la sociedad y a nivel internacional, penetraban en todos los campos de la vida social y también de las vidas de las personas. De ahí que la polarización y división de la sociedad fuesen inevitables. Y ello penetró también la vida académica, incluso antes de la vía chilena al socialismo. Aquello  afectaba el equilibrio entre las posiciones frente a los procesos de cambio de la sociedad y la tarea académica. No era posible “pasar por el campo de batalla con una flor en la mano”, es cierto, pero ese dilema llevaba muchas veces a perder la distancia crítica respecto de los propios procesos y actores sociales con los que el mundo intelectual y académico  se identificaba, y a transformarse más  en sus ideólogos o en sus testigos intelectuales, que en los analistas críticos pero solidarios de dichos procesos y actores.

Pero ello no era el único ni el más peligroso problema que había que enfrentar permanentemente, porque dependía básicamente de nosotros. En cambio, era imposible que la tarea del CEREN no se viera expuesta a una oposición de muchos sectores académicos y estudiantiles que añoraban la Universidad antes de la reforma y que rechazaban y se oponían radicalmente al proceso de transformación de la sociedad chilena. Ellos buscarán contener, entorpecer o deslegitimar continuamente las instituciones creadas por la reforma dirigida por el Rector Castillo Velasco y serán instigadores y colaboradores de la intervención militar que pondrá fin a la reforma y produzca la reversión y regresión de la universidad en sus tareas propias, y en ese marco, el cierre de las instituciones emblemáticas como el CEREN y la expulsión de todos sus integrantes.

El cierre del CEREN

La intervención militar formal de las Universidades, y en ese contexto, de la Universidad Católica, se realizó a comienzos de octubre de 1973. En realidad, la presión de la dictadura impuesta y de los sectores al interior de la Universidad se había iniciado desde los primeros días del golpe, en la medida en que veían el golpe como la oportunidad de iniciar la razzia contra los sectores académicos, estudiantiles y administrativos partidarios de la reforma y opuestos a cualquier tipo de golpe e intervención, así como la oportunidad de repartirse el botín controlando las diversas instancias de autoridad y trabajo académico. Las autoridades de la Universidad Católica, especialmente su Rector y equipo directivo, como algunos  miembros del Consejo Superior y algunos Decanos, entre los que se encontraba el director del CEREN como Decano de Estudios Sociales Interdisciplinarios, y Directores de Departamentos buscaron desde el primer momento proteger a profesores, administrativos y estudiantes antes de la intervención militar. En las sesiones de Consejo Superior después del golpe y antes de la intervención militar de la Universidad, quedaron claras las dos posiciones en juego. Por un lado, los sectores universitarios partidarios del golpe, junto con realizar tareas de delación y vinculación con los autores del golpe militar, buscaban tomar el control de la Universidad, eliminando o interviniendo en las unidades académicas, como el CEREN y todas aquellas que se identificaban con la reformas, y exigiendo  que las autoridades de estas unidades académicas renunciaran para ser reorganizadas. Por otro lado, las autoridades legítimas a nivel central y de esas unidades afectadas, así como de otras unidades que mantuvieron en alto sus deberes académicos manifestándose contrarios a cualquier intervención y colaboración con la dictadura, buscaban la protección de la universidad y su comunidad, especialmente de los sectores perseguidos desde el primer momento y de preservar todo lo posible de lo esencial de la tarea universitaria y de los avances de la reforma. En el caso del CEREN, que fue varias veces allanado, su Director detenido brevemente, y muchos de sus investigadores perseguidos, lo que hicimos fue intentar protegerlos, salvar todo el material que teníamos y mantener dentro de lo posible nuestras actividades, sin que obviamente fuera posible continuar con nuestros cursos.

Con la intervención militar a través de nombramientos de Rectores Delegados que eliminaron a todas las autoridades electas y legítimas y asumieron el control de todas las unidades académicas, se inició el proceso de “depuración”. En los días siguientes al nombramiento de los interventores, en general altos oficiales absolutamente ignorantes de lo que era una Universidad y totalmente obsecuentes de las instrucciones de la Junta Militar, se procedió al cierre de unidades académicas y a la expulsión masiva de profesores, estudiantes y administrativos, aunque esto último como hemos dicho ello ya se había iniciado desde los primeros días del golpe. En el caso de la Universidad Católica, se nombró un marino  como interventor debido probablemente a  los vínculos de la Marina con los grupos conservadores académicos y estudiantiles (FEUC) de la Universidad, lo que le permitía contar con toda la información obtenida por  el espionaje cómplice entre ambos sectores. A los pocos días de nombrado inició la citada “depuración”: el 12 de octubre se decretó el cierre del CEREN, entre otras unidades académicas, y la expulsión de todos sus profesores, algunos de los cuales pudieron ser reintegrados por poco tiempo y en malas condiciones de trabajo a algunas unidades académicas afines.

En el momento en que se nombran los interventores militares y asume el marino como Rector Delegado en la Universidad, pedí como Director y Decano una entrevista con él. En ella, luego de mostrar su incompetencia para cualquier función académica, su total desconocimiento de lo que significaba una Universidad, se comprometió a que no tomaría ninguna medida que afectara al CEREN sin antes volver a conversar conmigo. Al día siguiente, agregando a la ignominia la mentira, se promulgaba el Decreto de cierre y expulsión, que ya estaba preparado antes de la conversación. Desde ese momento nuestra tarea fue, por un lado, poner a salvo a archivos, biblioteca, materiales, buscar la reasignación de algunos profesores a otras unidades evitando su expulsión, y asegurar la publicación en Chile y a nivel internacional del último número de la revista Cuadernos de la Realidad Nacional, acompañada de una carta en que denunciábamos el cierre de nuestra institución. Esta carta se encuentra íntegramente reproducida en la publicación de la FEUC 2023.

Pero de alguna manera la tarea continuó. Así, como se da cuenta en esa  misma publicación, meses después de su cierre un número importante de los que fueron miembros del CEREN realizábamos un trabajo póstumo de la institución clausurada por la dictadura, junto a otras muy significativas colaboraciones provenientes de otros ámbitos: el Informe al Tribunal Russell II ofreciendo un panorama y reflexión de los primeros meses de la dictadura.

En su magnífico diario sociológico y testimonio de los últimos tres meses de la Unidad Popular “Vida y muerte del Chile Popular”, el gran intelectual francés fallecido este año Alain Touraine, anota en el último día de su estadía en Chile: “En las últimas horas de la tarde llamé a un amigo, director de un centro de investigaciones sociológicas. Había sido retenido durante dos días por la policía y el ejército, pero al fin lo habían puesto en libertad provisionalmente. Se le anunció la supresión de su centro acusado de ser marxista y estar lleno de extranjeros… La sociología va a desaparecer… Los centros de estudios y las escuelas están suprimidos este, los extranjeros, numerosos en efecto, atraídos por la Unidad Popular o refugiados de Brasil, Argentina, Uruguay o Bolivia, y que habían dado nueva vida a las ciencias sociales en Chile, son expulsados o encarcelados. Todo el sistema pasa bajo el control directo de los militares… Es preciso ahora  escuchar las voces de la sombra. Amar el inmenso trabajo de resistencia y de reflexión que va a realizar este pueblo aplastado”

Esas últimas palabras anunciaban lo que sería la vida de todos y todas quienes integraron  el equipo que conformó el CEREN. Algunos fueron ejecutados o desaparecieron luego de su detención. Otros tuvieron que salir al exilio. Todos los que sobrevivieron continuaron, desde muy diferentes lugares e instituciones, con la tarea de pensar críticamente nuestra realidad buscando ser fieles al compromiso de vincular el trabajo intelectual y académico a la búsqueda de un mejor horizonte para nuestra sociedad y América Latina.

[1] Republicado también en el libro que acompaña este artículo.